El Aperitivo: Un Gin tonic con Marcos Ondarra.

«El principal problema del periodismo, ahora mismo, es el afán moralista de algunos de algunos que no lo practican, pero hablan en su nombre».

He tenido la oportunidad de entrevistar a un navarro que cree en el amor, pero teme decepcionar a los suyos, que escribe sobre política, pero está harto de moralismos. Un hombre enamorado de la profesión que ejerce y que sentará la cabeza el día que ordene su biblioteca.

Desde la redacción de El Español, y la juventud de la Calle Ponzano, Marcos Ondarra.

Vivir en Madrid significa renunciar a muchas cosas, ¿Qué es lo que más echa de menos?

Vivir en Madrid jamás puede considerarse una renuncia, pues ofrece mucho más de lo que quita. Madrid es el lugar donde tienes que estar ahora si eres joven, tienes inquietudes y la ambición de comerte el mundo. No hay otra. Y más en esta profesión.

La velocidad del placer de hoy no deja tiempo al nacimiento del deseo ¿Por qué?

¿Houllebecq? Acabamos de empezar y ya nos ponemos elevados. Yo creo que el problema es que tenemos el placer más a tiro que nunca, y que precisamente por eso no sabemos valorarlo. Para que el placer tenga efecto hay que racionarlo, no consumirlo a todas horas. Es lo que Nacho Raggio llama hedonismo tranquilo o controlado: el placer está en pillarse una borrachera de cuando en cuando, no todos los putos días de la semana.

El deseo es un sentimiento mucho más intenso y profundo que el placer. Y sólo cuando hay deseo el placer es absoluto. Piensa en cuando eras niño y pedías los regalos a los Reyes Magos. Los días anteriores, los días previos, eran los más bonitos; los más intensos en cuanto a emociones. Y el día de abrirlos, de estrenarlos, te reportaba tanto placer precisamente porque había existido esa vigilia.

Pasa también con el sexo. Si no hay deseo pierde mucho. Bueno, directamente es otra cosa. ¿Podría abrirme Tinder y ponerme a follar como un mono? Pues podría, supongo. Pero perdería toda la gracia. Si no existe el proceso de tonteo, de seducción,  de tocarse, entiéndelo como quieras, entonces no me interesa. Soy deportista, y tengo interiorizado eso de que “tienes que ganarte” la recompensa.

Corren tiempos donde las parejas no superan sus baches y los viejos matrimonios firman los papeles, ¿Queda aún sitio en este mundo para aquellos que creen en el amor de verdad? Para los que aspiran a formar una familia y ver a sus hijos crecer.

El problema es que la gente confunde el amor con el enamoramiento. No sé qué papel han jugado los cuentos y las películas de Disney en todo esto, pero está claro que hay mucha gente que considera que el amor romántico es el fin último de la vida; la máxima aspiración; la felicidad, en definitiva. Y no se me ocurre una mayor expresión de mediocridad.

El amor no depende de los sentimientos porque estos se esfuman con el tiempo y no son libres, uno no elige de quién se enamora. El amor, en su definición filosófica, consiste en aceptar al otro tal y como es. ¿Por qué me quiere mi madre?, ¿Por mis virtudes?, ¿Por mi belleza?, ¿Por las alegrías que le deparo? Pues no, me quiere porque soy su hijo. Y punto.

Yo aspiro a eso, a una mujer que me quiera con mis defectos y mis miserias. A pesar de ellos. Así que sí, claro que creo en él. En el amor como tal. El otro, el amor romántico, sólo me interesa como medio para llegar ese fin. Si confundes el medio, el enamoramiento, con el fin, el amor, sucede que cuando se esfuman las mariposas la pareja se rompe.

Tiene toda una vida por delante, pero, la edad nunca ha sido un problema para acumular inseguridades, miedos, ¿Cuáles son los suyos?

Decepcionar a los míos. Y no vivir lo suficiente como para encontrar la virtud, que aún me pilla lejos. Yo le pido a Dios, como San Agustín, que me haga santo, pero todavía no… Que me deje pecar un poco más.

Pertenece a una generación que ha crecido entre crisis y, el periodismo, no iba a ser una excepción. Ya no solo económica, sino también de prestigio profesional ¿Por qué decidió formar parte del gremio?

Somos una generación desencantada con todo, recelosa, y eso tiene su expresión también con el periodismo. Pero en este caso, esa crisis de prestigio está muy justificada. Y el principal daño lo han hecho las televisiones, que están llenas de gurús y profetas dedicados al activismo -en el 95% de los casos, de izquierdas-. Yo no llego a la redacción creyéndome el cuarto poder, ni tengo aspiraciones de influir en la agenda política. No sé otros.

El principal problema del periodismo ahora mismo es el afán moralista de algunos de algunos que no lo practican, pero hablan en su nombre. Coño, yo aspiro a ir, ver y contar; entrevistar a gente interesante y poder transmitir historias que merezcan la pena, que aporten algo a la opinión pública. Y ya puestos, a ligar con alguna política. Así te lo digo. ¿Te parece un mal trabajo? Es cojonudo, no sé qué manía hay ahora de querer llevarlo más allá.

¿Qué coño es eso que se han inventado ahora de “periodismo antifascista”, “periodismo feminista” y demás magufadas? Si el periodismo viene con etiquetas ya está viciado. El lector no es un idiota al que se deba ilustrar con la moralina del redactor de turno. Ojalá un resurgir de La Canalla en el periodismo: más directo, descarado y con menos ínfulas.

Seguro que conserva amigos, o conocidos, que aún caminan entre los pasillos de la universidad ¿Qué les diría?, ¿Hay futuro para los jóvenes con ganas de cubrir información?

Lo mismo que me dijeron a mi cuando entré: que no tienen salidas las carreras, tienen salidas las personas. Invierte en ti y aprovecha la oportunidad: toma cafés con los maestros, lee buenos libros, ve a por la guapa de clase y ten un objetivo, una meta que te motive.

Vas a competir con muchos, pero la mayoría son unos mediocres. Las facultades de Periodismo son un nido de mediocres que no han abierto un libro desde que la profesora Pili les mandó leer Teo va a la escuela en tercero de Infantil. Aprovéchate de esa tesitura para destacar: haz prácticas durante la carrera, haz contactos, crea tu propio blog y, sobre todo, lee y escribe mucho.

De todas las secciones que podría cubrir en un periódico, forma pate del equipo de redacción política de El Español ¿Qué tiene este departamento que no tienen otros?

La sección de política/nacional es el buque insignia del periódico, para lo bueno y para lo malo. Probablemente encuentres en ella más repercusión e influencia que en otras, pero te acompañará la presión de tener que llevar una noticia a la mesa cada día, la de publicar informaciones que no gusten al político/gabinete de turno y la de aguantar el ritmo endiablado que hoy lleva la política. Tengo a mi abuela preocupada porque cada día que vuelvo a Pamplona me ve más delgado.

Trabajar en el día a día de la vida política parece un trabajo, sino apasionante, frenético ¿Qué momento guarda en su retina?

Mi primer día en el Congreso de los Diputados. Llegué sólo y parecía un pulpo en un garaje. Era 2020, acababa de pasar la pandemia y todavía la presencialidad no estaba del todo instalada. Vamos, que éramos un puñado de periodistas. Escuché un ruido como de un motor que provenía del fondo de un largo pasillo y que se acercaba hacia mí. Resultó ser Echenique.

La mejor y la peor experiencia que le ha dado esta profesión.

Lo mejor de esta profesión es, sin duda, el privilegio de poder acceder a ciertas personas. He podido conocer y entrevistar a Fernando Savater, Iñaki Arteta, Elvira Roca Barea, Javier Nart, Jon Juaristi, Jaime Mayor Oreja, Lidia Falcón, María San Gil… referentes políticos y morales. ¿La peor? Algún que otro linchamiento fruto de la exposición, aunque todos sirven para curtirse.

Seguro que alguna vez ha soñado con dar un gran titular, algo que ningún otro medio tenga, ¿Cuál sería su exclusiva perfecta?

No fantaseo con titulares ni exclusivas. El último deseo periodístico que recuerdo era el de entrevistar a Antonio Escohotado, pero ya no será posible.

Para los que no formamos parte del equipo de El Español, ¿Qué sucede en El Inefable?

He visto cosas que no creeríais, que diría el replicante de Blade Runner. Ten en cuenta que EL INEFABLE está colocado en un punto estratégico en el que confluyen periodistas de El Español, políticos de Vox y ‘celebrities’ del Sálvame. Pero cualquier compañero te puede confirmar que las mejores historias se viven en la redacción.

La pregunta fácil sería qué cambiaría de España, pero ¿Qué conservaría eternamente?

Los Fueros.

Reivindique aquello que, desde su experiencia, y su punto de vista, necesite la juventud.

Rebeldía. Que no compren todos los dogmas que se vomitan desde las televisiones y otras tribunas, que sean críticos y que se lo cuestionen todo. Que no sean maleables. Y eso pasa necesariamente, perdón por el didactismo, por la lectura.

En sus redes sociales suele compartir artículos de diferentes columnistas, ¿Quién es el mejor del gremio para Marcos Ondarra?

Hay columnistas a los que leo por contenido y otros a los que leo por continente. Es muy difícil encontrar a alguien que aúne la profundidad intelectual con la vocación de estilo. Acaso Ignacio Peyró, José Peláez (Magnífico Margarito) o Daniel Capó.

Leo a Juan Manuel de Prada, a Salvador Sostres, a Magnífico Margarito, a Miguel Ángel Quintana Paz, a Juan Carlos Girauta, a Fernando Savater o a Cristian Campos porque me interesa lo que tienen que decir, me interesan sus análisis y/o su visión del mundo, aun a sabiendas de que muchas veces no voy a estar de acuerdo con ellos.

Y si me quiero divertir, si quiero estilo, si quiero rock and roll, pues leo a Jesús Nieto Jurado, a Manuel López Sampalo, a Rebeca Argudo, a Esperanza Ruiz… Yo soy de los que creen que jamás ha habido tantos buenos prosistas en la prensa española, y que ninguno de ellos, paradigmáticamente, es de izquierdas: Lorena G Maldonado es la excepción que confirma la regla.

No es que los Maestre, Beni, Peinado y compañía no tengan nada que decir más allá de farfullar “ultraderecha” y soltar cuatro consignas caducas del catecismo marxista, es que se toman a sí mismos demasiado en serio. No hay ironía, no hay humor en sus artículos; sólo hay reprimendas, señalamientos y moralina barata. Se aburren hasta a sí mismos.

A veces, cuando escribe en Twitter, utilizas la palabra ‘maitia’. Y también hace referencia a ‘Los Porritas’. Sin comprometer a nadie, ¿Podría descifrar tanto mensaje en clave?

No sólo en Twitter. He llegado a colar la palabra en alguna columna porque me hace gracia. El euskera es un idioma feo, y te lo digo yo que tengo más apellidos vascos que Sabino Arana, pero tiene algo que me resulta cómico.

La palabra en cuestión me la descubrió un rollete abertzale que tuve, y años después, en una Tamborrada en San Sebastián, una camarera me la redescubrió. Desde entonces la utilizo para referirme a las personas a las que tengo aprecio.

Entre ellas están Los Porritas, mítico grupo de WhatsApp que tengo el lujazo de compartir contigo y con otros grandes prosistas como Chapu Apaolaza, Antonio Díaz o Guillermo Garabito. Pero Pablo Mariñoso es el mejor, por su talento y juventud.

Cada periodista tiene sus manías personales, sus rituales, ¿Cuáles son las suyas?

Las malas lenguas dicen que tengo la pulsión de escoger a mis entrevistadas en función de su físico, pero son sólo habladurías. Más que manías o rituales, tengo tics. Por ejemplo, me gusta introducir en mis textos palabras fetiche que están en desuso, para dotarlos de personalidad: “parla”, “añejo”, “hodierno”…

Si me dices una que sea de tu agrado, la coloco en mi próximo artículo. Palabra de honor.

Los libros desgranan a la perfección la personalidad de cualquier ser humano ¿Cómo tiene ordenada la biblioteca?

Está desordenada, como mi vida. El día que coja y ordene en un estante todos los libros que tengo desperdigados por cajones y armarios significará que he sentado cabeza.

¿A Quién le gustaría leer en este folio? Ayúdeme a conseguirlo.

Has entrevistado ya a Esperanza Ruiz, ¿no? Pues a Jesús Nieto Jurado, que está de dulce.

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